Primera parte: Fundamentos
Luego del ataque del 18 de octubre perpetrado en contra de parte de nuestra infraestructura crítica, se publicaron en la prensa diversas opiniones responsabilizando a la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) por no ser capaz de anticiparlo. De hecho, se ha aludido a una serie de supuestos indicativos en las calles y el ciberespacio, indicándolos incluso como suficientes para haber espabilado a la ANI para así dar una alerta oportuna.
Pero, y aun cuando creo que prever el tipo de violencia política que acompañó las demandas sociales en los primeros días del estallido, es efectivamente de incumbencia de la ANI; me parece que en esta ocasión fue el sistema de inteligencia nacional en su conjunto el que falló.
A propósito de lo anterior, el pasado 1 de diciembre se publicó en El Mercurio un reportaje en el que se incluyó parte de una entrevista, en la que se me consultó sobre los aspectos que deberían tomarse en cuenta para mejorar la Agencia Nacional de Inteligencia, oportunidad en la que también se comentaron aspectos para potenciar el sistema de inteligencia nacional.
El objetivo del presente artículo es ampliar lo indicado en el reportaje citado, complementándolo con el análisis que preparé para esa ocasión. En esta primera parte abordo algunos conceptos fundamentales asociados a la actividad de inteligencia, los que vale la pena recordar ya que en ocasiones da la impresión que por obvios, se omiten. En una segunda parte propondré algunas iniciativas que, en mi opinión, contribuirían a fortalecer la integración del sistema de inteligencia nacional, haciéndolo más eficaz.
Inteligencia: fundamentos que no deben olvidarse.
Cuando se habla de inteligencia se alude al conocimiento que es útil para apoyar la toma de decisiones y la planificación a cualquier nivel. Se trata del saber obtenido luego de la evaluación y el análisis riguroso de informaciones, que permiten extraer de ellas el más cabal entendimiento posible de una situación.
Dicho conocimiento se logra a través de un proceso generalmente materializado por organismos especializados, en apoyo a las autoridades que requieren de tal conocimiento para su toma de decisiones. En las organizaciones de inteligencia se desempeñan especialistas de las más diversas disciplinas, dando forma a una estructura de responsabilidades, dirección y áreas funcionales.
El proceso al que se alude para producir el conocimiento requerido habitualmente se grafica en el denominado ciclo de inteligencia, una secuencia de actividades que comprende el direccionamiento del esfuerzo de búsqueda de informaciones, la ejecución de las actividades para obtenerlas, el proceso de análisis para extraer de las informaciones recolectadas el conocimiento requerido y, finalmente, la difusión oportuna de este último a quien lo requiere.
Una agencia de inteligencia obtiene las informaciones que necesita por medio de los denominados medios de búsqueda, que son propios cuando están bajo su control y puede darles tareas de búsqueda, o externos cuando dependen de otro organismo a los que, en base a relaciones de colaboración, puede hacerle llegar solicitudes de búsqueda.
Los medios de búsqueda explotan fuentes de información, las que corresponden a entidades de cualquier naturaleza desde las cuales es posible obtener información pertinente. Las fuentes son abiertas cuando la información que contienen, puede ser obtenida sin necesidad de forzar algún tipo de medida de seguridad o tiene carácter público; o bien cerradas, cuando para obtener la información que contienen es necesario forzar medidas de protección y, por lo mismo, son necesarios procedimientos especiales para su explotación.
No es baladí recordar estos fundamentos, ya que en ellos es posible ver la relevancia de algunos aspectos de las actividades de inteligencia que nunca pueden dejarse de lado, pues su relativización puede comprometer seriamente la eficacia de los organismos responsables de estas actividades.
El primero de dichos aspectos es obvio, sin informaciones no hay inteligencia. Si una agencia compromete sus medios de búsqueda o sus canales de colaboración con organismos homólogos, estará destinada a transformarse en un centro de estudios cuya materia prima se limitará a información de fuentes abiertas.
Y aunque es cierto que en un alto porcentaje las informaciones utilizadas para el análisis provienen de este tipo de fuentes, lo más probable es que no sean suficientes cuando se requieren conocer las intenciones y actividades -casi siempre clandestinas-, de organizaciones criminales, grupos terroristas, de violencia política o actividades de organismos de inteligencia foráneos operando en contra de nuestro país.
Para este caso, comúnmente se recurre a operaciones secretas destinadas a lograr el acceso a las fuentes que pueden dar cuenta de tales actividades o intenciones. Obviamente no es un trabajo fácil, ya que las medidas de seguridad aplicadas alrededor de ellas, obligan a desarrollar un esfuerzo importante en recursos, tiempo y coordinación para poder evadirlas.
Los mecanismos para explotar las fuentes cerradas pueden ser tecnológicos o humanos. La interceptación telefónica, la intrusión de computadores o la instalación de micrófonos son ejemplos de mecanismos tecnológicos; mientras que el uso de agentes encubiertos o informantes son, obviamente, de naturaleza humana.
Reconociéndose diferentes denominaciones, en síntesis el agente encubierto es un miembro de una agencia de inteligencia que ocultando su identidad, se infiltra en el organismo vigilado para ganar la confianza de sus miembros y lograr acceso directo a la información relevante. El informante, por su parte, puede ser un miembro de la organización que se está vigilando o alguien que mantiene alguna relación con ella, quienes por algún motivo toman la decisión de aprovechar sus accesos para recolectar y hacer llegar información al organismo de inteligencia que lo tiene reclutado.
Mientras que la operación con agentes encubiertos es un asunto complejo y riesgoso, el empleo de informantes podría ser más costo efectivo y menos comprometedor para la agencia reclutadora. Basta imaginar el esfuerzo necesario para que un agente del estado pueda infiltrarse en una organización criminal, y mantenerse en ella hasta lograr el acceso a la información que valga la pena el esfuerzo; versus el necesario para convencer a un miembro activo de esa organización criminal, para que entregue información a una agencia de inteligencia, casi siempre, a través de un agente del estado que lo controla.
Hay otros mecanismos de obtención de información sumamente relevantes que, por no existir en Chile agencias civiles que los desarrollen, no son muy considerados: las operaciones técnicas permanentes como las ejecutadas por la National Security Agency (NSA, EE.UU.) o el Government Communications Headquarters (GCHQ, Reino Unido) por nombrar a las agencias más conocidas en este ámbito. En efecto, las operaciones permanentes de monitoreo del espectro radioeléctrico, de anomalías acústicas submarinas, análisis de tráfico de redes, detección de radiación, vigilancia satelital, etc.; son actividades de obtención de información altamente sofisticadas que tienen el propósito de buscar la aguja de información, en el pajar que representa el medioambiente que dichas operaciones controlan.
El segundo aspecto que una agencia de inteligencia debe fomentar con decisión, es el disponer de una potente y pertinente capacidad de análisis, lo que hasta ahora sigue siendo una actividad humana desarrollada por analistas. No debe confundirse el empleo de tecnologías y herramientas destinadas al procesamiento de grandes cantidades de datos para presentarlos en una forma manejable, con el esfuerzo intelectual desarrollado por un analista para interpretar los datos de los que dispone para extraer de ellos su significado.
Para lo anterior es clave que el analista sea competente y no solo tenga conocimiento formal de la naturaleza, principios, características y evolución de su campo de estudio; sino que también sea hábil en las herramientas de análisis ad-hoc. Por otro lado, en el analista es valiosísima la experiencia lograda por años de observación acuciosa de los sucesos de su campo, ya que el conocimiento acumulado le ayudará a proyectarlos con precisión hacia el futuro.
El tercer elemento que los directivos de una agencia de inteligencia deben tener muy en cuenta es que en inteligencia casi siempre se opera para vigilar y observar, no para investigar casos. Puede parecer extraño, pero si una agencia de inteligencia prioriza sus operaciones para resolver casos de investigación de la forma en que lo hace una fiscalía, probablemente ya fracasó en su función de adelantarse a los hechos. Es cierto que una agencia de inteligencia puede contribuir mucho a la investigación para resolver, por ejemplo, un “caso bombas”; sin embargo, se debe entender que su rol principal debe ser evitar el atentado con dichas bombas.
Es importante mencionar que las operaciones de vigilancia y observación que se señalan no se ejecutan “por si acaso”; todo lo contrario, se desarrollan para buscar indicios previamente definidos por los analistas, quienes en base a su trabajo determinan los elementos cuya manifestación y concurrencia indican la ocurrencia de un hecho que se quiere prevenir. De este modo, mientras en la investigación de casos siempre se busca evidencia para lograr entender algo a posteriori, la vigilancia en el contexto de las operaciones de inteligencia, casi siempre se utiliza para detectar indicios establecidos a priori.
En resumen, tanto la capacidad de obtención de informaciones, como la disponibilidad de analistas competentes y experimentados, son piezas claves para la efectividad de una agencia de inteligencia; y ambas son fundamentales para desarrollar operaciones de vigilancia que permitirán lograr el fin último de las actividades de inteligencia: adelantarse a los hechos.
Se desprende de lo anterior, el impacto negativo que tiene para una agencia de inteligencia afectar los lazos de colaboración con organismos afines, desvincular analistas, actuar como fiscalía o desaprovechar las posibilidades que le otorga la ley para obtener informaciones.
Fin de la primera parte.
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